BERLÍN, Alemania (EFE).- La Berlinale reeditó hoy, en la recta final de su edición virtual, su defensa del golpeado cine iraní y también su pasión por la sutilidad japonesa, presentes en la lucha por los Osos con “Ballad of a White Cow” y “Wheel of Fortune and Fantasy”, de Ryusuke Hamaguchi.
Un año después de entregar el Oro a “There is no Evil”, dirigida por Mohammad Rasoulof, el festival reincidió en lo de incluir a competición un filme incómodo para Teherán, dirigido por Behtash Sanaeeha y Maryam Moghadam y que parece retomar el hilo de la anterior.
De nuevo, la ejecución de una condena a muerte, convertida en labor de rutina en Irán, con el agravante de que el ejecutado es inocente. A su viuda le corresponde encajar un año después el reconocimiento de la justicia iraní de que su esposo fue sentenciado por error.
A la explicación seguirá una promesa de indemnización y, a esta, algo más de dinero procedente de un hombre que se presenta como alguien que quedó en deuda con el ejecutado.
Si Rasoulof presentaba en su película a un buen padre de familia ejerciendo de verdugo, Sanaeeha y Moghadam ponen en escena a un juez hundido en un drama familiar y sumido en los remordimientos por esa sentencia errada.
Rasoulof, quien el año pasado no pudo acudir a recoger el Oro por imperativo de Teherán, es este año miembro -asimismo ausente- del jurado.
El dúo de cineastas actual se inscribe en la línea del cine que desafía a Teherán y con el peligro de ser inhabilitados, como Jafar Panahi, ganador de un Oro en 2015 con “Taxi”.
Los rostros compungidos de la viuda y el juez parecen directamente extraídos de esa línea sucesoria. La propia Moghadam da vida a la protagonista, mientras que el papel masculino lo asume Alireza Sanifar, de la escuela de Panahi.
Ella pasará de ciudadana abnegada a romper varios tabús. A través del personaje masculino se plasmará la crueldad del régimen iraní, lo de menos es si una ejecución fue o no arbitraria y por culpa de quién, ya que lo grave es la rutina con que se aplica. La vaca blanca a la que alude el título remite al inocente que espera su turno en penales saturados.
UN TRÍPTICO DONDE NADA ES LO QUE PARECE
Hamaguchi -habitual en los festivales europeos, de San Sebastián a Locarno, además de Cannes y Venecia- acudía a la sección oficial con un exponente de delicadeza japonesa, pero donde nada es lo que aparenta.
Son tres historias -un triángulo, una seducción, el encuentro de dos excompañeras de clase- cada una con engranajes internos nada triviales, que se van revelando frase a frase. Toman forma de pieza teatral en tres actos, con estructuras temporales que conviene no desatender.
Lo que, de entrada, toma la apariencia de un filme algo ñoño va in crescendo. El diálogo inicial de dos amigas, en el taxi, una contándole a la otra los encantos del nuevo amor, deriva en resentimientos no tan propios de gente joven. Un profesor y autor de éxito cae en desgracia por un audio que va a parar donde no debe, algo parecido a lo que le ocurre al vídeo sexual de la maestra en el film de Radu Jude, pero sin porno visual.
Las dinámicas humanas no siempre se mueven como corresponde. Sus mujeres -clase media, impecables, acomodadas- van cayendo en infortunios por torpeza, desmemoria o por recordar demasiado. Tras “Passion” (2008) y “Asako I & II”, dos de los filmes presentados en otros festivales por este cineasta, Hamaguchi prueba ahora en una Berlinale que presume de buen olfato para el cine asiático.
EL MEXICANO RUIZPALACIOS, EL ÚLTIMO DISPARO
La 71 edición de la Berlinale es la más rara de la historia de ese festival, como lo son todos los eventos internacionales del cine en tiempos de pandemia. Ha quedado obligada a lo virtual, sin alfombra roja ni proyecciones, ya que los cine alemanes llevan desde noviembre cerrados.
La competición oficial se limitó a quince filmes -normalmente son una veintena- que se han comprimido en cuatro jornadas -de las diez usuales- y presentado por screening.
La esperanza de la organización es poder retomar el contacto con el público en un formato presencial, en junio.
Queda una concursante por conocer, “Una película de policías”, del mexicano Alonso Ruizpalacios.
La organización de la Berlinale le ha reservado la última jornada de su ronda de screenings virtuales, este viernes, jornada en que el jurado dará a conocer su veredicto.
Es la segunda vez que este cineasta compite por los Osos, tras haber ganado hace tres años el de Plata al mejor guion con “Museo”, sobre el expolio artístico en México e interpretada por Gael García Bernal.
A medio camino entre el documental y la ficción, “Una película de policías” denuncia la corrupción policial en México D.F.
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