En la Arena México, conocida como la Catedral de la lucha libre, se han forjado las máximas leyendas del país como El Santo y Blue Demon.
Este 21 de septiembre se cumplirán 90 años desde que la lucha libre llegó a México desde Estados Unidos, donde el considerado padre de este deporte, el fallecido Salvador Lutteroth González, se lo encontró de casualidad.
Lutteroth, antiguo miembro del Ejército de Álvaro Obregón en la Revolución Mexicana, fue invitado en 1929 por unos amigos a ver una función de lucha libre en El Paso, Texas y de inmediato le vio a este deporte un potencial de triunfar en un México que se modernizaba.
“Don Salvador entendía que México, después de la Revolución, entraba en una etapa moderna, en la que la población tenía cada vez más posibilidades de una vida pública activa y estaba ávida de otro tipo de actividades. Antes de la Revolución, la vida pública era intensa, pero reservada sólo a clases altas”, explicó a EFE el historiador del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), Hugo Monroy.
Tras siete años de lucha en la Revolución Mexicana, Lutteroth entendió que el país cambiaba y después de fracasar con su primer emprendimiento, una fábrica de muebles y de mesas de billar, apostó su capital para fundar la Empresa de Lucha Libre Mexicana (EMLL), hoy CMLL, que institucionalizó este deporte en el país.
Esto lo hizo al asociarse con dos empresarios, Mike Corona y Francisco Ahumada, quienes conocían el negocio de este espectáculo en Estados Unidos y le permitieron aprovechar a dos de las figuras de ese país que fueron boicoteadas.
“Se enteró que algunos luchadores como Jackie Joe o el Charro Aguayo estaban siendo boicoteados en ese país porque eran realmente buenos y hacían quedar en ridículo a los luchadores norteamericanos. Hay una anécdota en una lucha del Charro Aguayo, una persona se subió a ponerle una pistola en la cabeza para que dejara de luchar, los estaban relegando”, recordó Monroy.
Al principio, los combates eran protagonizados por gladiadores extranjeros, de países tan lejanos como Siria o China. Los primeros competidores mexicanos se forjaron en la Escuela del EMLL, que hasta hoy existe, donde se enseña la técnica de México, una de las mejores del mundo.
“La diferencia entre un luchador formado por el CMLL a otro es la calidad. Hay luchadores mal preparados y se ve la deficiencia en los movimientos, en las evoluciones. Los del CMLL exigen un rendimiento al 100 por ciento porque la gente paga por un espectáculo”, señaló a EFE Último Guerrero, una de las figuras de la compañía de Lutteroth y profesor de la escuela.
Desde hace 90 años, en el CMLL se enseña la lucha olímpica como la base de la escuela mexicana, además de cómo hacer química con el público, según confesó a EFE el director general del CMLL, Salvador Lutteroth Lomelí, nieto de Lutteroth González.
“El estilo clásico que practicamos nunca pasa de moda. Es algo que permanece. La gente sigue disfrutando del llaveo, del contrallaveo”, defendió el jerarca de la compañía el mantenerse con combates tradicionales sin usar objetos para que sus gladiadores se golpeen o modalidades extremas, como la mayoría de sus competidores.
Otro legado del CMLL es la Arena México, llamada como la Catedral de la lucha libre, ya que en ese recinto, uno de los primeros en el país en ser pensado para este deporte, se han forjado las máximas leyendas del país como El Santo y Blue Demon.
“Tengo 30 años luchando y en esta arena es diferente porque el público es diferente, muy conocedor y el público sabe quién sabe luchar y quién es un improvisado”, afirmó a EFE Tiffany, una de las estrellas de la división femenina.
El CMLL festejará este 16 de septiembre su 90 aniversario, con una función que protagonizará un duelo de máscara contra máscara entre El Templario y Dragón Rojo.
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